14/4/18

¿Debemos llevar sujetador? [14-4-18]


¿Debemos llevar sujetador?

Los sujetadores son una prenda básica en la indumentaria de una mujer, aunque los hay que quieren desterrarla de los armarios.


Uno de los últimos intentos usando la ciencia vino de la Universidad de Franche-Comte en Besançon, Francia. En 2013 el profesor de ciencia deportiva Jean-Denis Rouillion dio a conocer en los medios de comunicación su estudio de 15 años sobre el efecto de los sujetadores en 330 mujeres con edades comprendidas entre los 18 y 35 años. Según comentó en diferentes entrevistas, el uso de esta prenda desde una edad temprana no ayuda para nada en lo que es sujetar el pecho, reducir el dolor de espalda o prevenir la temida flacidez prematura de los senos. Es más, armado con calibres y escuadras, se dedicó a tomar medidas en los pechos de estas mujeres y descubrió que aquellas que no usaban sujetador tenían sus pezones 7 mm más arriba que los de aquellas mujeres que usaban sostén de manera continuada.

Será que el sujetador reduce el tono general del pecho femenino? ¡Por supuesto! Dice un conocido cirujano plástico de Nueva York, Stafford Broumand “En las jóvenes no llevar sujetador aumenta la producción de colágeno, lo que es muy bueno para un pecho en desarrollo”.

Un observador cínico diría que esa tirria contra el sostén no podía venir de otro país que de Francia, la patria de la rebelión contra el sujetador. Pero pasando al terreno de lo científico lo que resulta más llamativo es que Rouillion, después de tres años, no ha publicado aún los resultados de su investigación, por lo menos en una revista reconocida del mundo de la salud y listada en PubMed. De hecho, si después de década y media los resultados que anunció fueron solo “preliminares”, como confesó, ya es cosa de chirigota. Eso sí, para lo que sirvió fue para reavivar la llama anti-sujetador de los 70 y provocar encendidas discusiones en las redes sociales.

Lo que el investigador francés no pareció considerar es que las mujeres no usan sujetador por razones médicas o fisiológicas sino por cuestiones estéticas y prácticas. Como dijo una periodista inglesa, “este investigador no se da cuenta que con un sujetador rara vez tienes que pensar por dónde andan tus pezones”. Y no solo eso, sino que impide que los pechos estén bamboleándose de un lado para otro “si no tendríamos que agarrarlos cada vez que corremos para llegar al ascensor”.

Lo que sí suena mucho más científico es el trabajo que desarrolla Joanna Scurr, una experta en biomecánica del pecho (ahí queda eso). La profesora Scurr dirige el grupo de investigación en salud del pecho en la Universidad en Portsmouth y sus trabajos -esta vez sí, publicados- sí que inciden en un importante problema en las mujeres cuando practican deporte: el pecho se mueve un promedio de 21 cm arriba y abajo y de un lado a otro. El inconveniente es que la mayoría de los sujetadores están diseñados solo para limitar el movimiento en vertical, no en horizontal. Es más, según este grupo de investigación en la vida diaria un número significativo de mujeres no compran la talla de sujetador idónea: “muchas mujeres no quieren mostrar que su pecho es muy pequeño o muy grande, y compran un sujetador que no es su talla”, dice una de las investigadoras del grupo, Wendy Hedger.

7/4/18

El ansia, un nuevo obstáculo para una vida saludable


El ansia, un nuevo obstáculo para una vida saludable
El ansia, un nuevo obstáculo para una vida saludable

Un estudio publicado en «Proceedings of the National Academy of Sciences» sugiere que el deseo y el hambre son experiencias distintas

.abc.es

Aunque sean más nocivos para la salud, los seres humanos somos capaces de pagar más dinero por los alimentos menos saludables por el 'ansia' no nos generan. Lo acaba de ver un estudio que se publica en «Proceedings of the National Academy of Sciences» (PNAS) que también muestra que estamos dispuestos a pagar desproporcionadamente más por las porciones de mayor tamaño de de los alimentos no 'sanos, que anhelamos. La investigación identifica un nuevo obstáculo para una vida saludable.

«Nuestros resultados indican que incluso aquellas personas que se esfuerzan por comer de forma más saludable, el deseo podría eclipsar la importancia que le dan a su salud aumentando el valor de alimentos tentadores e insalubres en relación con las opciones más saludables», explica Anna Konova, investigadora principal del artículo del Center for Neural Science de la Universidad de Nueva York (EE.UU.). «Este deseo, que de alguna forma domina nuestra vida diaria, puede hacer que enuestra elección no sea la más saludable debido a que prefiramos alimentos que, en el pasado, nos hicieron sentir bien en el pasado, incluso si esas alimentos pueden no estar en síntonía con nuestros objetivos actuales de salud».

Cada vez hay mayor interés desde diferentes sectores -marketing, psicología, economía y medicina- en comprender cómo nuestro estado psicológico y nuestras necesidades fisiológicas afectan nuestro comportamiento como consumidores. Y uno de los temas más estudiados es el ansia o deseo, que durante mucho tiempo se ha reconocido como un estado mental que contribuye a la adicción y, en los últimos años, a los trastornos alimentarios y la obesidad. Sin embargo, señalan los investigadores, se sabe poco sobre la naturaleza del deseo y su impacto en nuestras elecciones y comportamiento.

En el estudio que ahora se publica en «PNAS», los científicos realizaron una serie de experimentos en los que se solicitaba a los sujetos voluntarios a que dijeran cuánto pagarían por ciertos snaks después de que desarrollaran un estadio de ansia por uno de ellos.

Los resultados mostraron que las personas estaban dispuestas a pagar más por el mismo artículo de comida rápida solo si estaban expuestos a él, lo que sugiere que el deseo y el hambre son en parte experiencias distintas.

«En otras palabras, anhelar un snack como un snickers no te hace tener más hambre, sino que te hace desear específicamente un snickers», explica Kenway Louie, de la Universidad de Nueva York (EE.UU.), quien agrega que también hubo un efecto indirecto al aplicarse, hasta cierto punto, a alimentos similares que los sujetos nunca expusieron (por ejemplo, otras barras de chocolate, nueces y dulces de caramelo).

Otro dato preocuannte del estduio es que los particpantes del estudio estaban dispuestos a pagar más dinero aún cuando los artículos eran más altos en calorías, eran alimentos ricos en grasa y en contenidos de azúcar, como una barritta de chocolate .

Finalmente, los experimentos revelaron una conexión entre deseo, porción y precio. Es decir, las personas estaban dispuestas a pagar desproporcionadamente más por la porción de mayor tamaño de los artículos deseados.

«Parece que el ansia aumenta o multiplica el valor económico de la comida anhelada», concluye Konova.}